martes, 22 de mayo de 2012

Postales del rock barrial en los tempranos 80

El sabado arrancaba a cualquier hora, cuando el sueño era derrotado por el hambre. Torre de milanesas, montaña de puré, litro de coca, y de fondo, en el Hitachi (el de la propaganda de Adriana Brodsky), algun caduco episodio del Tarzan patovica de Ron Ely, un rato antes de Sábados de Super Acción.

A eso de las 2, 2 y media empezaban las procesiones. La del futbol, por Altolaguirre, despacito y a guisa de digestión, atravesando La Siberia en dirección al Parque Saavedra. Bromas ocurrentes a la orden del dia, alguno que otro pelotazo fuera de lugar.

La otra arremetia por Olazabal, hacia Belgrano. Nadie tenia registro. Auto, ni hablar. La carga (con plomos voluntarios y de los otros) incluia afónicos cabezales valvulares Calsel de dudosa procedencia, paquidermicos equipos Robertone cargados entre cuatro, cachos oxidados de hi-hat, inexplicables teclados, y el orgullo de las primeras guitarras (Hondo o Epiphone) que ameritaban un estuche rigido. La caravana avanzaba lenta, cercana al cortejo fúnebre. Las chicas del barrio nos miraban (o eso pretendiamos), y tambien los pibitos y las viejas, cuando pasabamos por la Pizzeria Signorini. La frente alta, el corazón latiendo fuerte, y los dedos impacientes, hacia lo del Coco Aguilera.

Ibamos a tocar rock and roll.

PD: homenaje a Vox Dei, y dedicado a todos los compañeros de ruta.



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